Durante el ejercicio del liderazgo descubrirás cuánta gente precisa de tu tiempo y orientación. Pero, por alguna razón, observarás como en repetidas ocasiones uno o varios individuos reclaman constantemente tu atención. Pese a las extensas conversaciones y multitud de consejos, volverán a requerir tu atención y tu tiempo antes de lo que imaginas. Aunque les ayudaste a resolver un problema ayer, se buscaron uno nuevo hoy, mientras meditaban en cómo buscarse otro para mañana.

Estos individuos actúan como secuestradores profesionales y su misión será mantenerte a su disposición las veinticuatro horas del día. Algunos dominan el arte de la manipulación: cuando les niegas tu tiempo recurren al arte de la distorsión de la verdad para hacerte sentir mal y empujarte hacia su tela de araña.

Esto es solo un ejemplo de ocasión en la que tendrás que aprender a emplear un enérgico «¡no!». Existen muchas otras que irás descubriendo, como cuando alguien quiere hacerte caminar por malos atajos para obtener beneficios rápidos, o cuando personajes de escasa moralidad te invitan a traicionar tus principios.

Resulta gratificante formar parte del crecimiento integral de la gente, pero mantén presente que no es lo mismo ser un líder bueno que un buen líder. Siempre es arriesgado dejarse seducir por el buenismo. Algunos líderes, tan bien intencionados como engañados, ofrecen su tiempo sin limitaciones, y acaban extenuados.

Ante determinadas propuestas será menester tomar minutos, horas o días, antes de conceder una respuesta definitiva. Es importante que aprendas, como en el arte de la música, a integrar los silencios o las pausas durante tus conversaciones, pues «precipitarse a responder antes de escuchar los hechos es a la vez necio y vergonzoso» (Proverbios 18:13).

Desarrolla el provechoso hábito de la negación y mejorará tu calidad de vida.


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