La Biblia exhorta al justo a no entregar su fuerza a los extraños (Proverbios 5:10). Aunque a este texto se le puedan atribuir varias interpretaciones, bien podríamos aplicarlo al padre de familia que entrega todo de sí a su empresa: su talento, su mejor sonrisa, su paciencia y generosidad. Pero cuando llega a casa encuentra que lo gastó todo. Ya no le quedan sonrisas para su esposa ni energía para jugar con sus hijos. Entregó lo mejor de sí a los extraños y lo único que desea es tenderse en el sofá y esperar a que todos le sirvan sin rechistar.

Admitamos esta situación como excepción, pues todos merecemos que nos mimen tras un intenso día de trabajo en el que dimos lo mejor de nosotros para aportar lo mejor a los nuestros. Pero esto no debe convertirse en norma, pues la persona que ha permanecido en casa limpiando, cocinando y atendiendo a los más pequeños, también puede encontrarse agotada y agobiada. De modo que la gestión resulta imprescindible para la buena marcha de las relaciones.

El crecimiento de una relación nunca es accidental, sino intencional; no depende de la suerte, sino de la planificación y el esfuerzo. Las relaciones —como las plantas— se abonan o abandonan. Gozar de buenas relaciones implica realizar buenas gestiones.

Para que las relaciones crezcan saludables debemos gestionar sabiamente:

  • Las intenciones.
  • Las emociones.
  • Las reacciones.
  • Las decisiones. Siendo valientes para decir sí o no según convenga.
  • El tiempo.
  • Las finanzas.

Gestionamos mal cuando:

  • No controlamos nuestros sentimientos después de que alguien nos haya causado algún mal.
  • Nuestro humor se ve condicionado por el estado anímico de otros.
  • Tomamos decisiones que afectan a la familia, sin contar antes con ella. ¡Consultar es un verbo en desuso!
  • Malgastamos los recursos familiares al condescender a las peticiones y ruegos de los derrochadores. Recuerda que hay gente que no le gusta ganarse el pan con el sudor de su frente y prefieren aprovecharse del sudor del de enfrente.
  • Sacrificamos una parte sustancial de nuestro tiempo con personas que no quieren abandonar su vida inmoral y libertina.

Si administramos bien la vida la fricción disminuirá y la pasión aumentará. Reiremos más y lloraremos menos. No es cuestión de azar, sino de planificar.

Pero sucede que estamos más enfocados en gestionar lo que hacen otros que en lo que hacemos nosotros, lo cual es una verdadera estupidez. Imagina que un amigo va a emprender un largo viaje en su automóvil y, en vez de revisar el estado de su vehículo, comienza a chequear el tuyo: neumáticos, luces, aceite del motor, líquido refrigerante. Sin duda le pedirías explicaciones. ¿Acaso no pensarías que a tu amigo se le ha fundido un fusible de la cabeza? ¿Qué sentido tiene que compruebe el estado de tu coche? ¿No debería revisar el suyo? ¿Cuántas veces has «revisado» la vida de tu vecino sin venir a cuento? ¡No tiene sentido! Tenemos que aprender a chequear nuestro propio vehículo, el cual nos transportará por la ruta de la vida. Hay que evaluar constantemente el corazón y la cabeza, entre otros aspectos.

A menudo escucho: «Hoy he tenido un buen día porque mi jefe estaba de buen humor». ¿Cómo? ¿Hoy has sido feliz porque un tipo estaba feliz? ¿Qué sentido tiene eso? ¿Acaso tu felicidad depende del humor de otros? ¿Es así como quieres vivir? Tu felicidad no puede verse afectada por el temperamento de otros. Toma el control de tu vida, ¡y hazlo ya! Aunque vivimos en una continua interrelación lo normal es que tú estés al mando de tus decisiones, y gestiones correctamente pensamientos y emociones.

Uno de los primeros regalos que recibiste al nacer fue un bolígrafo para que escribas la historia de tu vida. No entregues ese bolígrafo a nadie.


Imagen cortesía de Lucas Lenzi en Unsplash


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