¡Hazte preguntas!
¿Qué función cumplen la mayoría de las preguntas que hallamos en la Biblia? Si sabe las respuestas, ¿por qué Dios plantea determinadas preguntas al ser humano? ¿No será que espera que nos hagamos preguntas, que cuestionemos nuestros razonamientos y decisiones?
Muchas personas emplean el corazón, ¿pero le conceden la misma importancia a la razón? ¿Qué puede ocurrir cuando prescindimos de la cabeza y del pensamiento? ¿Cuáles podrían ser las consecuencias de seguir un estilo de vida impulsivo?
Como pensar a posteriori no evita el dolor, lo mejor es pensar antes de actuar para evitar el dolor que genera una mala decisión. Mejor que preguntarse: «¿por qué sufro?», es plantearse: «¿será correcta la decisión que deseo tomar?».
En Isaías 44:13-20 NTV hallamos un relato bien interesante.
«El tallador mide un bloque de madera y sobre él traza un diseño. Trabaja con el cincel y el cepillo y lo talla formando una figura humana. Le da belleza humana y lo pone en un pequeño santuario. Corta cedros; escoge cipreses y robles; planta pinos en el bosque para que la lluvia los alimente. Luego usa parte de la madera para hacer fuego, y con esto se calienta y hornea su pan. Después, aunque parezca increíble, toma lo que queda y se hace un dios para rendirle culto; hace un ídolo y se inclina ante él. Quema parte del árbol para asar la carne y para darse calor. Dice: “Ah, ¡qué bien se siente uno con este fuego!”. Luego toma lo que queda y hace su dios: ¡un ídolo tallado! Cae de rodillas ante el ídolo, le rinde culto y le reza. “¡Rescátame! —le dice ¡Tú eres mi dios!”. ¡Cuánta estupidez y cuánta ignorancia! Tienen los ojos cerrados y no pueden ver; tienen la mente cerrada y no pueden pensar. La persona que hizo el ídolo nunca se detiene a reflexionar: “¡Vaya, es solo un pedazo de madera! Quemé la mitad para tener calor y la usé para cocer el pan y asar la carne. ¿Cómo es posible que lo que queda sea un dios? ¿Acaso debo inclinarme a rendir culto a un pedazo de madera?”. El pobre iluso se alimenta de cenizas; confía en algo que no puede ayudarlo en absoluto. Sin embargo, no es capaz de preguntarse: “Este ídolo que tengo en la mano, ¿no será una mentira?”».
Tres grandes males
1. No recordar (olvidar) la ley de Dios.
«Mi pueblo está siendo destruido porque no me conoce[1]. Así como ustedes, sacerdotes, se niegan a conocerme, yo me niego a reconocerlos como mis sacerdotes. Ya que olvidaron las leyes de su Dios, me olvidaré de bendecir a sus hijos». Oseas 4:6 NTV.
2. No reflexionar.
3. No hacerse las preguntas correctas.
Notemos en estos párrafos que una de las principales causas de la idolatría fue la ausencia de una correcta reflexión. El tallador nunca se detuvo a reflexionar ni fue capaz de preguntarse: «¿acaso debo inclinarme a rendir culto a un pedazo de madera? Este ídolo que tengo en la mano, ¿no será una mentira?».
La falta de reflexión es un gran mal de nuestros tiempos. Cada vez nos hacemos menos preguntas. Se está levantando una generación que se limita a dejarse llevar, sin detenerse a pensar. Se aceptan muchas cosas y se cuestionan pocas. Pero ninguna nación llegará muy lejos sin la razón.
Quienes no conocen o niegan a Dios afirman estar en lo correcto. Según ellos, los cristianos están perdidos, son meros fanáticos y gente que no usa el cerebro. Pero nada más lejos de la realidad.
Alguien nada sospechoso de ser bobo (el apóstol Pablo), afirma que muchas personas vagan lejos de la vida que Dios ofrece… «¡porque cerraron la mente!».
«Con la autoridad del Señor digo lo siguiente: ya no vivan como los que no conocen a Dios, porque ellos están irremediablemente confundidos. Tienen la mente llena de oscuridad; vagan lejos de la vida que Dios ofrece, porque cerraron la mente y endurecieron el corazón hacia él. Han perdido la vergüenza. Viven para los placeres sensuales y practican con gusto toda clase de impureza» (Efesios 4:17-19 NTV).
En los primeros capítulos del libro del profeta Jeremías encontramos a Dios planteándole preguntas al pueblo. Muchos de nuestros sufrimientos, y hasta de aquello que consideramos «pruebas que Dios envía», no son otra cosa que las consecuencias de nuestra irracionalidad… «Los que dicen a un leño: “Tú eres mi padre”, y a un trozo de piedra: “Tú me has parido”. Me vuelven la espalda, sin mirarme; mas llega el desastre y me dicen: “Ven, sálvanos”» (Jeremías 2:27 BLPH).
La irracionalidad genera dolor y adversidad y, para evitar ambos, debemos examinarnos a la luz de las Escrituras y hacernos preguntas, pero no cualquier pregunta, sino las preguntas correctas.
La clave de la vida está en hacerse buenas preguntas, y las mejores son aquellas que coinciden con las que Dios plantea.
[1] El concepto conocer incluye intimidad. La falta de intimidad con Dios y con su palabra conduce a la destrucción de un individuo, de una familia, de una sociedad y de una nación.
Tomado del libro ¡Hazte preguntas! Preguntas de la Biblia aplicables al diario vivir, del autor Miguel Ángel Acebal.
Imagen cortesía de Tachina Lee en Unsplash
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