No puedes perseguir la nada

La pobreza no se relaciona solamente con la falta de dinero, sino también con la carencia de sueños, porque cuando alguien sufre la escasez financiera, su anhelo de progresar será un catalizador que lo impulse a dejar atrás su condición; pero si a la penuria económica le añadimos la falta de ilusión y pasión, el desastre será inevitable.

Se dice que Leonardo da Vinci no comenzaba un trabajo hasta no tener una visión clara de lo que iba a hacer. Antes de pintar su famoso cuadro La última cena, esperó durante días hasta tener una visión clara de la cara de Jesús. Solo cuando logró visualizar esa imagen se puso manos a la obra.

Los sueños proporcionan el combustible vital que te impulsa y proveen esa visión que aprisiona y apasiona. La Biblia afirma que «el pueblo sin visión perece», y lo mismo ocurre ante la ausencia de un sueño que te haga saltar cada mañana de tu cama.

Motivación es el motivo que te impulsa a la acción. ¿Cuál es tu motivación?

En ocasiones, después de haber tenido un sueño, ignoramos la hoja de ruta completa hacia su conquista, pero sentimos dentro el empuje que ha generado y que nos impulsa a luchar sin desmayar. Como alguien afirmó: «Los dos momentos más importantes de la vida son cuando naces y cuando descubres para qué has nacido».

Dos tipos de soñadores

Existen dos tipos de soñadores: quienes tienen sueño (adormilados) y quienes tienen un sueño (apasionados). Los primeros duermen, los segundos se divierten.

Mientras que el frenesí del mundo, los afanes, las preocupaciones o el temor, erosionan la capacidad de soñar, Dios derrama sueños aun sobre los ancianos, tenidos en poco por muchos, pero no por Dios, y cuyo plazo para comenzar a soñar —dicen algunos— ya expiró.

«Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; y vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros viejos soñarán sueños» (Hechos 2:17 JBS).

Las personas embriagadas del Espíritu de Dios presentan tres características:

  1. hablan como Dios habla,
  2. ven como Dios ve,
  3. sueñan como Dios sueña.

Solo hace falta abrir los oídos para percibir cómo habla, ve y sueña la mayoría de la gente. Un ambiente que rebosa crítica, murmuración, queja, derrotismo, pesimismo exacerbado y falta de ilusión, revela la escasa o nula influencia del Espíritu.

Acércate al Dios que provee sueños y empieza a perseguir el tuyo.


Foto de Benjamin Davies en Unsplash

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