Qué valiosas son la imaginación y la creatividad. Cuando era niño jugaba con un viejo, diminuto y gastado tren de plástico, mi principal fuente de entretenimiento. Sentado sobre la tierra dibujaba la vía por donde aquel veloz ferrocarril circularía, y con los elementos naturales levantaba todo aquello que lograba imaginar. Me divertía, fuera en solitario o fuera en compañía. De las ramas caídas forjábamos poderosas espadas y, hasta con espigas finas, construíamos jabalinas.
Era un tiempo cuando las manecillas del reloj corrían veloces porque aprendimos a divertirnos sin dinero. Casi todo lo que necesitábamos para ser felices se hallaba en la tienda de la creatividad.
De vez en cuando nos llegaban algunas pesetas para comprar algún helado, pero eso era un extra que complementaba una felicidad que habíamos experimentado por medio del desarrollo de nuestra imaginación.
Mis amigos y yo supimos alcanzar altos grados de satisfacción sin apenas inversión. Palos, piedras, tierra o agua, eran la materia prima con la que construimos una infancia lo suficientemente feliz como para olvidar otro tipo de escaseces.
Hoy todo se ha vuelto complejo. La televisión, por ejemplo, está socavando la imaginación; ahora, lejos de imaginar, nos limitamos a contemplar. Vivimos aceptando, más que preguntando. Incorporamos conceptos y hemos renunciado a dejar libre eso tan hermoso que llamamos curiosidad. Nos hemos vuelto tan dependientes del dinero que nos cuesta vivir sin abonar un alto coste.
Cuando leo en la Biblia Cantares 1:16-17 que dice: «¡La verde hierba es nuestro lecho! Los cedros son las vigas de la casa, y los cipreses, el techo que nos cubre», pienso que la imaginación y el amor siempre fueron —y serán— los arquitectos de los más hermosos parajes, esos que ni las más grandes riquezas nos permitirían visitar.
El mayor tesoro se halla en tu interior. No permitas que la falta de billetes se convierta en una vida con grilletes.
Gracias, Dios, por el maravilloso don de la imaginación.
Imagen cortesía de Monica Gozalo en Unsplash
Mi infancia fue muy distinta a la de hoy, me acuerdo que jugaba con mi hermana Marina a la tienda y hacíamos nuestros billetes de periódico, todo era creativo, hoy en día, es un mundo pobre y destructivo,los únicos q podemos ayudar a cambiar, somos nosotros, con nuestros hijos, creando en ellos esa curiosidad de crear con ellos el dinamismo, enseñándoles nuestros juegos de esa época,
¿Qué sería de nosotros sin creatividad? ¡Gracias por compartir!