Vincular felicidad con excentricidad es un grave error

Lo extraordinario puede revelarse en lo ordinario si los ojos del alma están limpios y la cabeza bien abierta. La felicidad habita más cerca de lo que imaginas. No tienes que adentrarte en los océanos para encontrarla. No se halla en las posesiones, pues, aunque te proporcionen tranquilidad, jamás podrán adquirir la verdadera paz.

La felicidad no mora en el interior de un vehículo, en las superficies comerciales, tiendas de lujo o centros de ocio. La felicidad vive más cerca de la simplicidad que de la complejidad.

El temor busca la seguridad en una entidad bancaria, pero la confianza se sienta a descansar en otro tipo de banco donde, calmada, disfruta la belleza de un atardecer.

Una historia para pensar

En el Our Daily Bread del 18 de mayo de 1994, Philip Parham narra la historia de un rico empresario que se molestó al ver a un pescador relajadamente sentado cerca de su barco.

—¿Por qué no estás en el mar pescando?

—Porque he pescado suficientes peces para el día de hoy.

—Pero ¿por qué no pescas más de lo que necesitas? —Insistió el hombre rico—.

—¿Qué haría con todo ese pescado que no necesito?

—Pues ganar más dinero, comprarte un mejor barco para que puedas salir a aguas más profundas y pescar mejor pescado. Podrías comprarte redes de nylon que te ayudarían a pescar más, y así ganar más dinero. Pronto tendrías una flota de barcos y serías rico como yo.

—Y entonces ¿qué haría yo?

—Podrías sentarte, relajarte y disfrutar de la vida, —le contestó el rico empresario—.

—Y ¿qué crees que estoy haciendo en este momento? —Le contestó el pescador, mientras continuaba mirando tranquilamente al mar—.

Muchas personas no han comprendido que la felicidad es familia de la sencillez; creen que se puede comprar como quien adquiere patatas fritas, cuando no es así. El dinero puede comprar muchas cosas, pero no todas las cosas. Si un multimillonario sufre un accidente aéreo y acaba convertido en un náufrago (como Tom Hanks), ¿de qué le servirán sus millones? Será el rico más desgraciado del planeta, pues teniéndolo todo no podrá adquirir nada.

El dinero aporta facilidad, pero no siempre felicidad.

Tomado del libro Doce deslices que nos vuelven infelices


Foto de Mathieu Stern en Unsplash


 

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